¡Hola a todos! Os escribo desde las alturas, en mi último vuelo de la semana destino Miami. Como he tenido mala suerte y mi asiento está estropeado y no se reclina, he decidido que ya que no puedo dormir, al menos mataré el tiempo escribiendo la tercera entrega de mi blog.

Han sido dos semanas muy divertidas, pero agotadoras, especialmente esta última en Malasia, donde el calor y la humedad han pasado factura. La verdad es que los más de 30.000 kms de avión en tan sólo seis días tampoco ayudan demasiado. De las doce horas de diferencia horaria, mejor ni hablamos.

La primera semana en Orlando fue muy entretenida. A tan sólo tres horas y media en coche, decidimos que este sería nuestro primer viaje del año con toda la familia, suegros incluidos, que vinieron de visita aprovechando la ocasión. Alquilamos una casa cerca de los parques y mientras yo me dedicaba a jugar, los niños se iban con los abuelos a Disney. Plan insuperable, especialmente para mí, que me ahorraba las interminables colas de esa ratonera humana, también conocida como Magic Kingdom.

Tras el tercer puesto que conseguí el año pasado, las expectativas eran altas. Bay Hill es uno de mis campos favoritos del PGA Tour: no demasiado largo, sin excesivo rough y con unos greenes rápidos y muy movidos que te obligan a afinar mucho en los tiros a green y alrededor de los mismos. Después de un gran comienzo el jueves con 66 golpes, el resto de la semana fue un poco cuesta abajo, debido sobretodo, a mi irregularidad con el putt. Al final un puesto 35 que supo a poco, especialmente tras el gran inicio de torneo.

La semana en Malasia ha sido también muy divertida, exceptuando el agobiante calor y humedad, al cual no logro acostumbrarme por más que vayamos a menudo por esos países. Dicen que el verano en Miami es parecido, así que ¡más me vale ir cogiéndole el gustillo!

Esta semana ha estado conmigo Jose Carlos, mi entrenador, ya que quería aprovechar para que me echase un vistazo antes del Masters. Nadie como él para ponerme a punto, que para eso me lleva viendo el swing desde hace más de diez años. Normalmente no le hacen falta más de cinco bolas para dar con la tecla. Todo un crack. Lamentablemente, debido el extenuante calor y los múltiples compromisos y eventos del torneo, no pudimos meter todas las horas que nos hubiera gustado, pero creo que las que hicimos fueron de mucha calidad.

Tras el 0-5 del primer día, parecía que iba a ser pan comido, pero si algo te enseña este deporte es a no confiarte y esperar siempre lo mejor de tu rival, como así ocurrió. Y es que como dijo Jiménez en rueda de prensa: “Until the tail, everything is bull” (quedándose tan ancho, ante la atónita mirada de todos los presentes, nada familiarizados con el refranero español y menos aún con su versión inglesa). Los asiáticos nos arrasaron en las dos jornadas posteriores (3-2 en los foursomes y 7-3 en los individuales), hasta el punto que al final el empate 10-10 nos supo a gloria. Hubo un momento el sábado, que por más que miraba la tabla, ¡no salían las cuentas por ningún lado!

Por algún extraño motivo, cuando Miguel anunció los emparejamientos el viernes por la tarde, pensé que, saliendo de número 9, mi punto podía llegar a ser decisivo. Dejarme que os diga que nunca he estado tan nervioso jugando al golf en mi vida: ni en playoffs, ni en majors, ni jugando con Seve, ni con Tiger, ni nada por el estilo. Hasta el green del 14 todo iba sobre ruedas, pero cuando ví a todo el equipo aparecer en manada, empezó la cabeza a dar vueltas: que si la suerte de 10 jugadores y 10 caddies depende de mí; que si hay un dineral en juego; que esto lo está viendo mucha gente por la tele; que McGinley me observa escondido detrás de un árbol… Todo tipo de pensamientos que sólo llevaban a ponerme más nervioso aún de lo que ya estaba. ¡Como si eso fuera posible! Y para colmo, Tanihara-san metiendo putts a diestro y siniestro. Y más calor todavía.

Ahora fuera de bromas: creo que a pesar de todo, y al ser la primera vez que me veo en una situación así, aguanté el tipo bastante bien. Estoy contento y parece que mis compañeros también: aún me hablan y todavía no he recibido amenazas por parte de ningún caddie, ¡así que ni tan mal!

Otra cosa muy positiva de la semana, ha sido poder pasar tiempo con Paul McGinley, próximo capitán europeo de la Ryder Cup. Quería aprovechar la ocasión para vernos a muchos de los aspirantes a estar en su equipo en Gleneagles y charlar con nosotros. Tras pasar tiempo con él y contarme las ideas que tiene y cómo esta preparando todo, no me cabe duda que va a ser un grandísimo capitán. No sé si tendrá la pasión de Seve o dará charlas tan emotivas como las de Chema, pero creo que es muy meticuloso con los detalles y no va a dejar nada al azar. Además se va a rodear de gente muy cualificada, como esta semana, donde tenía ojeadores en todos los partidos, tomando apuntes y haciendo estadísticas. ¡Tom Watson, mucha suerte, vas a a tener un durísimo rival en McGinley!

Otra cosa que me ha encantado ha sido ver el apoyo del gobierno malayo a la EurAsia Cup. Tanto la Reina como el Primer Ministro del país, ambos grandes aficionados al golf, no dudaron en venir al campo durante la semana y mostrar su apoyo al torneo, con el que se han comprometido otras dos ediciones más. Qué gran inicio de vida de esta EurAsia Cup, sin duda, uno de los eventos con más proyección y futuro de los próximos años.

Solo un ‘pero’ a estas dos semanas. Han coincidido con el Sony Open de tenis, que se disputa en Crandon Park, a 5 minutos en bici de casa y me lo he perdido!!! Dos semanas de tenis y no he podido ver ni un solo partido, con lo que me gusta!! Me queda el consuelo que Nadal juega la final a la misma hora que aterriza este avión, así que voy a intentar llegar a ver el último set. Todo dependerá de lo larga que sean las colas de pasaportes y aduanas, que en Miami por lo general, son eternas.

Y ahora a descansar y reponer energías, que el primer major del año está a la vuelta de la esquina.